domingo, 23 de novembro de 2008

Um conto de Leonardo Martínez


"Cómo va?, visité el Blog, Eu no acredito! como verás mi portugués es limitado, le faltan tantas palabras que si le falta otra no entra. ja ja, pero este es el comienzo de la guerra santa del Chilelagem.
Compañero chancleta, ahí le va adjunto un pequeño ejercicio sintáctico, que como buen chinela jamás llegó a ser cuento.
Mantengamos contacto.
A su servicio:
Leonardo Martínez"
***
OTRO CUENTO DE FANTASMAS
“¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.”
James Joyse

Llevo un tiempo entretenido, observando las personas que se mueven con una seguridad perruna, de un lado a otro, siempre seguras en su destino y confiadas en llegar a la meta propuesta antes de salir. Esta historia tiene como protagonista a una de todas ellas.
Hace frío, y el aliento de S empaña el espejo, pasa la mano para desempañarlo y verse la cara de las cinco de la mañana que repite un recuerdo inútil “el que inventó el helicóptero fue Igor Sikorski”, putea por su acumulación de memoria inútil, por su vida y se sienta en el inodoro a esperar que el cuerpo funcione, por mientras la conciencia repasa desde que sale a tomar el ómnibus que lo alejará ochenta kilómetros de su casa para trabajar, y cómo va a encarar el día de trabajo, hasta las soluciones para el día entero. Cada mañana el derrotero mental se cierra cuando su mente lo representa de regreso llegando a casa, y sabe que la tarde lo deprimirá con el recuerdo de que se termina el día y que al día siguiente hará lo mismo, pero también recuerda que volverá a hablar de sus libros y lecturas que siempre prometen un escape.
La primavera llega lentamente y amanece más temprano, S no prestó atención a esto hasta que una de esas mañanas sale en moto y nota que proyecta una sombra tenue en la calle y que las luces públicas se van apagando a su paso, y vuelve la curiosidad por la noche boca arriba. Intenta recordar el poema Heráclito y le preocupa la pérdida de memoria que se agudiza día tras día. Intenta sacar algo positivo del principio de causa y efecto, así es que intenta dominar la virtud del olvido.
Cada mañana, en el viaje en motocicleta intenta recordar algún pasaje de los que subraya en los libros, pero el olvido avanza sin pausa. Es entonces que comienza a analizar la situación mientras lo vence la duermevela en el ómnibus y descubre que el proceso sucede durante las horas de sueño. Intenta mantenerse en duermevela para recuperar recuerdos perdidos. Al comienzo los recuerdos llegan desde el inconciente, el cerebro en su automatismo deja olvidos fragmentados, y los remanentes le llegan como espectros; rostros sin nombre, infancia sin diversión, sin amigos, con padres sin voces, y retazos de lo que pudo ser una adolescencia.
Aún conserva la memoria a corto plazo, pero no sabe hasta cuando. Intenta mantenerse en vigilia la mayor parte del día y va haciendo una lista de lo que debería olvidar. Cuando el sueño está por vencerlo recurre a la lista, elige y se duerme pensando en la fecha de su nacimiento hasta aislarlo de los demás recuerdos. El primer crepúsculo lo encuentra convertido en un Ser sin cumpleaños, y sicológicamente fuera del tiempo. De aquí en adelante, sigue incrementando y tachando la lista.
El paso siguiente es deshacerse de los indeseables –alguien dirá que basta con ignorarlos, pero la estupidez del prójimo es vergonzosa e insistente. Cada noche seleccionó un grupo importante para el holocausto implacable del olvido en el sueño, allí los soportaría por última vez. Al día siguiente algunos ex-conocidos se le acercaron a charlar, y S los despachaba con un parco: - No lo conozco, si no lo recordaría.
Un domingo al despertar, pregunta:
-¿Quién es usted?
Al comienzo la pregunta es tomada con humor por la acompañante, pero la indiferencia insistente de S ante los argumentos de la mujer hace que ésta se lo tome en serio, piensa que su marido enloqueció y trata de hacerlo recordar, pero eso requiere un tiempo que él no está dispuesto a gastar en discusiones con una desconocida. La discusión llega al límite, S recoge algunas cosas, se va, y busca un nuevo lugar donde vivir, ya en la habitación de hotel hace una lista de lo que quiere recuperar de la antigua casa para ir solamente una vez y no tener que volver.
La Mañana en que lo vi caminaba sin prisa, seguro y con el espíritu ligero, el rescate de lecturas apenas si componía una tablita de medio metro. Y lo mejor de todo, el pensamiento que lo llevaba no cargaba con viejas ilusiones, que con el tiempo comienzan a parecerse a la mentira. Esa noche en el nuevo hogar se duerme aislando el recuerdo de la casa anterior, el día lo despierta perteneciendo enteramente a esta habitación de hotel. Ordenó la nueva biblioteca con los libros que le interesaba conservar, mientras, el proceso de desaparición continuaba lentamente como causa o por efecto.
Recuerda mientras mira los libros, que un amigo le había dicho: “Las mujeres al final se quedan con tus ilusiones o con tu biblioteca”
Todo había cambiado demasiado y el mundo exige demostraciones de sobrevivencia, hasta que vivir llega a ser una lucha constante por mantenerse junto a las cosas que ya existen. Es decir, sin una razón para existir, alcanza con tener una excusa, que es más fácil de conseguir y de desechar. Si a la noche S olvida la excusa, puede volver a elegirla al día siguiente, o cambiarla por otra y repetir la primera otro día, -qué otra cosa es el amor, o el capricho, o la vida, sino elegir con pasión de primera vez siempre la misma excusa.
De esta manera S sigue viviendo dentro de su tiempo, y generando un nuevo problema; la incompatibilidad con el tiempo de los demás, tarde o temprano se paga. S ha desaparecido casi por completo, y se da cuenta la mañana de un lunes cuando sale en la moto y ve que solamente el aparato marca su sombra nítidamente en la calle. Vuelve al apartamento y se encierra. Busca una explicación, una razón que no se deba al olvido. Bebió café frente a la biblioteca, leyó el lomo de los libros como si estuviese leyendo la repuesta que no terminaba de comprender hasta que se durmió y soñó con fragmentos de lecturas, y vio la mano de Alejandro que recibía la moneda como pago por su servicio mercenario y despertó sospechando que la historia que había creado el olvido correspondía al viejo hombre que fue S. Volvió a dormir aislando su nombre del resto de los recuerdos. Con el primer crepúsculo abrió los ojos, se levantó y rutinariamente se miró en el espejo del baño. No halló nada extraño en su rostro, “el que inventó el helicóptero fue Igor Sikorski”, se dijo sin saber por qué. Se duchó y vistió sin pensar, salió a la calle a caminar y se encontró con un hombre de rostro familiar y le dijo:
-El que inventó el helicóptero fue Igor Sikorski.
-Sí,-contestó el otro parcamente.
-Soy L, ¿me recuerda?
-No lo conozco, si no lo recordaría.

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